El bar acaba de abrir; y, apenas, hay tres clientes en él.
Uno de ellos, habitual de estás horas tempraneras, jubilado, con supuesta pensión de autónomo, está librando su batalla diaria con la misma máquina tragaperras,de todos los días.
Hoy, como en tantos otras ocasiones, no ha habido suerte y treinta euros han desaparecido por la voraz ranura de la máquina.
Afortunadamente, mi jubilado lúdico no tiene hijos que mantener.
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