viernes, 1 de octubre de 2010

Dos sensaciones.


El semáforo que hay en la avda. del País Valencià, frente al paseo de Dª Dolores Piera, un ciclista se lo ha saltado limpiamente.
Sorprende que hoy, que todo el mundo conduce, que todos los medios de comunicación tratan de que tomemos conciencia: de la vulnerabilidad de los ciclistas, como los elementos más débiles que intervienen en ese fluir del tráfico; sean ellos, los que provoquen al riesgo de manera tan inconsciente; siendo, como son, conocedores de las normas de circulación viaria. Sorprende, pero así es.
No es la primera vez que lo veo; y no es la primera vez que me produce una sensación de disgusto e impotencia.

Sigo andando, en dirección a Alicante y cuando había dejada atrás unos veinte metros, paso junto a la parte posterior de la iglesia de la Puríssima Xiqueta, imponente y majestuosa ella. Entonces, me cruzo con un enorme camión de transportes internacionales, conducido por un señor casi tan grande como el camión. Su barba espesa y negra, le hace parecer un patriarca de la iglesia ortodoxa. En el momento en que el hombre ve nuestra Catedral de la Marina se santigua, humilde y fervorosamente.
Fue un acto reflejo y lleno de fe.
A mí me ha llenado de paz; y me ha compensado la sensación anterior con creces.
Este sencillo y anónimo gesto ha bastado para hacer de mi vida, en el día de hoy, algo especial.
Gracias señor. Quien quiera que seas.
Desde entonces no puedo dejar de pensar, en que este gesto tiene detrás una educación rica en creencias, convicciones y mucha fe: en su Dios y los hombres.
Desde la paz y bienestar espiritual, que me ha proporcionado este desconocido; me he puesto a repasar y reconsiderar las mías, y a recordar: que me siento mejor, cuanto más felices hago a las personas de mi entorno.
¿Y tú?

1 comentario:

Vicente Bolufer dijo...

Me ha gustado mucho tu escrito,es un placer poder leerte.

Un saludo